Hace ya mucho
tiempo vivió un joven llamado Kentaro, quien era estudiante de una de las
escuelas de Ju-jutsu más célebres de Japón. El joven Kentaro era muy hábil
en Artes Marciales, de lo cual le gustaba presumir.
En aquel tiempo los bandidos campaban por
doquier e imponían su ley, y el joven Kentaro trabajaba de ‘Yojimbo’
(vigilante, guardián), protegiendo las caravanas de viajeros y de valiosas
mercancías, con sus habilidades marciales.
Una tarde en que volvía de su trabajo, paró
en una posada de la capital para tomarse un Sake. El joven Kentaro tomaba su
Sake cuando un hombre fornido con aires de superioridad entró por la puerta, y
después de recorrer con la mirada todo el interior del local fue a sentarse en
la mesa de Kentaro que lo miró sorprendido…
- ¿Oye joven,
¿acaso eres Yojimbo? - dijo el recién llegado.
- Así es señor, a
eso me dedico - respondió orgulloso Kentaro.
- ¿Tan joven? -dijo
el otro- creo que tus habilidades serán tan débiles como tú, un día te
aplastarán como a una triste cucaracha… mejor dedícate a otra cosa.
- ¿Qué?, eres un
insolente, ¿Quién eres tú?
- Me llamo Naohiro
y soy un gran luchador.
- ¡Tonterías!, ¿tú
un luchador? - se burló Kentaro - ¿y qué sabes tú de Artes Marciales?
Naohiro lo miró
fijamente y dijo:
- ¿Acaso quieres
probar mis habilidades?
- ¡Por supuesto! No
te tengo miedo - respondió orgulloso Kentaro.
- ¿Ah sí? Pues lo
siento, porque hoy se acaba la vida para ti - contestó Naohiro desafiante.
Kentaro gritó:
- ¡No tientes mi
paciencia estúpido! - y acto seguido le atacó con un atemi de puño. Pese a la
rapidez del ataque, no pudo sorprender a Naohiro, el cual esquivó el brazo
atacante y a continuación atacó con el pie.
La energía de la patada penetró hasta la columna
vertebral de Kentaro, mientras éste por efecto de la patada caía hacia atrás totalmente
desvanecido. Kentaro a duras penas sobrevivió, pero tuvo graves secuelas
físicas hasta el fin de sus días.
No obstante, no abandonó las Artes Marciales
y desde sus limitaciones enseñó Ju-jutsu a sus alumnos, enseñándoles sobre todo
a no dejarse llevar por la arrogancia y el ardor juvenil.
Por creer demasiado en su propio talento, él
mismo se buscó su propia desgracia. Algún tiempo después, Naohiro, con el mismo
karma, murió durante una pelea.
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