Las presiones son técnicas de defensa personal encaminadas a oprimir y comprimir nervios y músculos y provocar dolores insoportables. Su objetivo es obligar al agresor a soltar una presa o agarre. El dolor que se puede causar con las presiones va desde el dolor disuasorio hasta graves lesiones, pasando por dolores intensos e inmovilizaciones.
Las presiones pueden tener un carácter disuasorio o neutralizar completamente al agresor. Las primeras son presiones breves ejercidas sobre zonas vulnerables. Las segundas facilitan una total inmovilización del agresor, manteniéndole controlado el tiempo que sea necesario.
Existen dos clases de presiones:
a) Las presiones simples (sobre los nervios)
b) Las presiones con torsión (sobre los músculos)
Las presiones se ejercen con la punta de los dedos (Yubisaki), con las falanges del puño cerrado (Kobushi), con la mano abierta (Te-gatana), con el codo (Hiji), con la rodilla (Hiza-gashira) y con el talón (Kakato). Del mismo modo que sucede en los Atemi (golpes), también encontramos que si efectuamos la presión con una superficie pequeña, el resultado será un dolor mucho mayor que si la misma presión se ejecuta con una superficie mayor.
Para que una presión sea eficaz es necesario que sea firme, profunda y prolongada. Cuanto más profunda sea la presión, más posibilidades tiene de llegar a los nervios y comprimirlos; hay que tener en cuenta que el dolor aumenta en función de la fuerza y duración de la presión. El efecto de una presión puede verse aumentado si se repite la presión sobre el mismo punto tras una breve disminución de la presión o también por la torsión. La torsión es una presión que se ejerce en sentido rotatorio, lo que tiene como objetivo introducirse más profundamente y comprimir con más eficacia músculos y nervios.
Las presiones simples y con torsión se aplican en los puntos vulnerables del cuerpo humano (Kyusho), especialmente en la parte interior de los miembros y el interior de las articulaciones; en la cabeza, sobre los ojos, la nariz, sobre el labio superior, la parte posterior bajo la oreja, el ángulo de la mandíbula y la cavidad mastoidea; en el cuello, a ambos lados y en el nacimiento de la tráquea; en el tronco, sobre las costillas, el plexo solar o la columna vertebral; en las piernas, parte interior de los muslos y en los tobillos. Tampoco hay que olvidar los genitales, un punto muy vulnerable a la presión cuando el agresor se encuentra en decúbito supino.
Como siempre, es necesario tener buen juicio, sentido común y humanidad en el momento de aplicar estas técnicas.
Como siempre, es necesario tener buen juicio, sentido común y humanidad en el momento de aplicar estas técnicas.