Se sitúan los dos oponentes de pie, uno frente al otro, con los brazos tendidos lateralmente y empuñándose las palmas de las manos unas contra otras, con los dedos entrelazados. Ambos se dejan caer hacia delante hasta juntar pecho contra pecho, manteniendo los pies todo lo atrás que sea posible, de manera que el cuerpo se encuentre inclinado, al tiempo que los pies están al máximo separados.
En esta posición, los dos oponentes empiezan a luchar, apoyado el pecho sobre el pecho del otro, con todas sus fuerzas para hacerle retroceder. La victoria en este ejercicio es del que logra empujar hasta la pared, gradualmente, a su adversario. Este ejercicio puede practicarse también al aire libre, marcando una línea o meta detrás de cada contendiente.
Al desarrollar este ejercicio, son los contendientes quienes han de evaluar la dosis de energía que les puede aprovechar. No hay que olvidar nunca que no hay que forzar demasiado el corazón con violentas palpitaciones. Al empezar, no deben ejercitarse más de tres o cuatro luchas por sesión, y cada una de ellas no durar más de dos minutos.
Con el tiempo y la práctica, llegará un momento en que dos oponentes bien desarrollados y convenientemente aparejados, podrán luchar durante 20 minutos sin alcanzar ni el uno ni el otro la más pequeña ventaja. En los comienzos, hay que preocuparse más de entrenar los músculos que de ganar al contrario.
Si uno de los dos contendientes es superior al otro por su fuerza, éste opondrá la resistencia justa para prolongar la lucha, permitiendo al otro ganar de vez en cuando. No hay en la práctica del Judo ejercicio mejor que éste para endurecer gradualmente todos los músculos del cuerpo. además si se practica con moderación, son el corazón y los pulmones los que obtienen el mayor provecho.
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