Todas las palancas están sujetas al principio descubierto por el sabio griego Arquímedes en el sigo III a. de J.C., que dice lo siguiente: "El producto de multiplicar el valor de la Resistencia (R) por la distancia al punto de apoyo (Fulcro) ha de ser igual al del valor de la potencia (P) por su distancia al mismo punto de apoyo", y que se conoce como "ley de la palanca".
Esta fórmula de carácter matemático tiene muchas aplicaciones en Judo, teniendo en cuenta que al aplicar una técnica o fuerza sobre el oponente, debe hacerse de acuerdo con la "ley de la palanca", es decir: procurando aplicar la fuerza lo más lejos posible del punto de apoyo, dentro de los límites del cuerpo humano. Cuanto más lejos se aplique la potencia, menor será el esfuerzo necesario para vencer la resistencia del oponente.
Por ejemplo, supongamos que queremos sacar un clavo, si intentamos hacerlo directamente o verticalmente veremos que no es posible; sin embargo, si ponemos debajo del clavo un punto de apoyo, podremos sacarlo sin esfuerzo. En técnicas de Judo como Tsurikomi-goshi o Seoi-nage imaginamos que el cuerpo de Uke es un clavo. Por ello, es fundamental bajar las caderas lo suficiente para convertirlas en un punto de apoyo y así, con la fuerza de las manos como punto de fuerza o potencia, poder elevar los pies de Uke, que simulan un clavo.
Si nuestras caderas se sitúan demasiado arriba, significa que el punto de apoyo o fulcro queda más cerca del punto de aplicación de la fuerza y el brazo de palanca es más corto con lo que la relación distancia-fuerza es contrapuesta. Por consiguiente, Tori tendrá que aplicar mucha más fuerza para poder proyectar al oponente y Uke tendrá una mejor posición para resistir la técnica.
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