Cuenta la leyenda que existió un enorme luchador que tenía aterrorizada a la región de Chubu, en Japón. El luchador acostumbraba atacar a cualquier persona, robaba animales y los pobres campesinos estaban aterrorizados porque era agresivo y recorría los campos diariamente.
En el frío invierno, los aldeanos enviaron a esa región a sus mejores hombres, fuertemente armados y dispuestos a expulsar al enorme bellaco, sin embargo sus esfuerzos fueron en vano. El luchador descubrió las intenciones de los aldeanos y atacó rápidamente, lanzándose sobre ellos y derrotando con su enorme fuerza a los que osaban acercarse.
Finalmente, cansado y con frío el luchador se refugió en una pequeña pensión que parecía estar desocupada. Se acomodó en un rincón y se dispuso a dormir, pero, entonces, vio en una esquina un pequeño joven que comía tranquilamente. El matón acercó su cara a él y con desprecio le dijo: “Desaparece de aquí, esta ahora es mi casa.” El joven ni se inmutó, y el gigante enfurecido lanzó un grito para asustarlo. El joven le contestó: “Este es mi sitio y serás tú quien se irá.” El confiado luchador estalló en carcajadas y contestó: “¿a mí me vas a expulsar? He acabado con montones de hombres más grandes, destrozado casas enteras y un ser insignificante como tú me expulsará…” El joven contestó: “¡si quieres guerra, te la daré!”
Fue entonces que el pequeño se lanzó como un rayo sobre el luchador y le golpeó entre las piernas mientras pasaba por debajo. El gigante desesperado de dolor lanzaba golpes y patadas en todas las direcciones pero el pequeño joven continuaba esquivando y atacándolo. Los músculos del luchador eran muy duros, pero los golpes del joven atacaban puntos vulnerables causando gran dolor y desesperación.
Finalmente, el enorme luchador muy dolorido y cansado de luchar se retiró de la casa, mientras el joven orgulloso salió a proclamar su victoria a los cuatro vientos sin percatarse de la cantidad de obstáculos que había en el camino, allí cayó y se sintió avergonzado.
“En la lucha, no hay enemigo pequeño ni lugar para la negligencia…”
En el frío invierno, los aldeanos enviaron a esa región a sus mejores hombres, fuertemente armados y dispuestos a expulsar al enorme bellaco, sin embargo sus esfuerzos fueron en vano. El luchador descubrió las intenciones de los aldeanos y atacó rápidamente, lanzándose sobre ellos y derrotando con su enorme fuerza a los que osaban acercarse.
Finalmente, cansado y con frío el luchador se refugió en una pequeña pensión que parecía estar desocupada. Se acomodó en un rincón y se dispuso a dormir, pero, entonces, vio en una esquina un pequeño joven que comía tranquilamente. El matón acercó su cara a él y con desprecio le dijo: “Desaparece de aquí, esta ahora es mi casa.” El joven ni se inmutó, y el gigante enfurecido lanzó un grito para asustarlo. El joven le contestó: “Este es mi sitio y serás tú quien se irá.” El confiado luchador estalló en carcajadas y contestó: “¿a mí me vas a expulsar? He acabado con montones de hombres más grandes, destrozado casas enteras y un ser insignificante como tú me expulsará…” El joven contestó: “¡si quieres guerra, te la daré!”
Fue entonces que el pequeño se lanzó como un rayo sobre el luchador y le golpeó entre las piernas mientras pasaba por debajo. El gigante desesperado de dolor lanzaba golpes y patadas en todas las direcciones pero el pequeño joven continuaba esquivando y atacándolo. Los músculos del luchador eran muy duros, pero los golpes del joven atacaban puntos vulnerables causando gran dolor y desesperación.
Finalmente, el enorme luchador muy dolorido y cansado de luchar se retiró de la casa, mientras el joven orgulloso salió a proclamar su victoria a los cuatro vientos sin percatarse de la cantidad de obstáculos que había en el camino, allí cayó y se sintió avergonzado.
“En la lucha, no hay enemigo pequeño ni lugar para la negligencia…”