martes, 24 de enero de 2012

SHIN - Superando los obstáculos

    Pasé mi juventud en un pueblo pequeño, así que tuve que conformarme con practicar Judo en un Dojo de modestas posibilidades y con un número limitado de practicantes. Sólo en casos excepcionales pude participar en los entrenamientos de verano (sochu-geiko) o de invierno (kan-geiko) en el Kodokan en Tokyo. Mi entrenamiento no fue, ni en calidad ni en cantidad, comparable a los que se hacían en Tokyo o en Kyoto. 

    Fueron estas condiciones las que hicieron que me planteara retos para superar estas desventajas y poder triunfar en Judo como los que vivían en las grandes ciudades. La vida me ha enseñado que con perseverancia y esfuerzo se puede triunfar sobre las condiciones más desfavorables. Espero que los lectores de estas páginas que viven en las provincias saquen beneficio y estímulo.

La escuela secundaria y la adquisición de la forma

    Conseguí el segundo Dan cuando todavía asistía a la escuela secundaria, eso ocurrió aproximadamente en 1925, un hermoso período para el Oeste de Japón. Algunos chicos de la escuela secundaria tenían el grado de 2 º Dan, a veces incluso el 3 º, mientras que en las universidades los grados eran a menudo inferiores. Yo era un chico de un metro sesenta de altura y 75 Kilos de peso, y tuve que estudiar mucho para aprender técnicas adecuadas a mi morfología. Quería hacer por lo menos treinta Randori con cinturones negros cada día, pero en mi escuela sólo había dos o tres cinturones negros, así que me inscribí en el Dojo del Butokukai y también en el Dojo de una aldea cercana. No pasó un solo día sin que entrenara en estos tres Dojo.

    Seoi-nage parecía la técnica más adecuada para mi constitución, y a mi me iba muy bien, pero a menudo en Randori fui bloqueado por los brazos de mi oponente, los cuales me impedían atacar con Seoi-nage. Así que empecé a estudiar Tai-otoshi, pero no lo encontré muy efectivo en su forma tradicional, así que me puse a estudiar la teoría de las palancas y encontré un movimiento intermedio entre Seoi-nage y Tai-otoshi. Mi pierna derecha profundamente insertada por debajo de la rodilla derecha de Uke, manteniendo un fuerte contacto como para elevar la pierna derecha de mi oponente. Los brazos tirando como Seoi-nage e intentando girar con la cabeza todo lo posible para poder agregar al movimiento la fuerza de ésta. En este movimiento el ángulo que se está formando en las piernas es aproximadamente recto y mi mayor esfuerzo consistía en buscar el mejor contacto posible bajo la rodilla derecha de Uke.

    Hice una marca en una columna a la altura de la rodilla que tenía que atacar, le até una cuerda para poder tirar todo lo posible con los brazos e intenté llegar cada vez con mi pierna el punto marcado. Si la posición de mi pierna izquierda no era exacta, incluso ligeramente, no lograba encontrar el contacto justo. Estuve haciendo este ejercicio decenas, incluso cientos de veces, hasta que el contacto fue como yo quería, entrenándome sin descanso para insertar la pierna lo más profundamente posible.

    Al cabo de un mes la técnica estuvo perfeccionada y comenzó a funcionar en combate. En cuanto a las técnicas de pierna, Ko-uchi-gari y Ko-soto-gari eran mis preferencias. Sobre esta última técnica hubo puntos que pude entrenar con ayuda de la columna y la cuerda:

1. Mejorar mi posición con respecto a mi oponente y buscar su desequilibrio.
2. Atacar exactamente en un punto marcado en la columna.
3. Mantener un contacto constante en el suelo con la pierna que segaba.
4. Tratar de segar hacia abajo con todo el pie y no solo con una parte de él.
5. Conseguir y mantener un fuerte contacto con la planta del pie, de no ser así, mi oponente no sería proyectado.

   Como ocurrió con Tai-otoshi, me esforcé para atacar el punto marcado en la columna dando un fuerte tirón a la cuerda y, en este caso, no tardé solo un mes en perfeccionar la técnica sino un año. Continué durante un año la práctica de estas dos técnicas en la columna, hasta que éstas se convirtieron en mis movimientos especiales.

 Mantener la forma en la isla de Karafuto

    Pasé los mejores años de mi vida, desde 1928 hasta 1935 en la isla de Karafuto (sakhalin), una isla lejos del centro de Japón. Las oportunidades de practicar combate eran realmente raras en ese lugar, y mi principal preocupación era no perder lo que yo había adquirido en esas condiciones tan difíciles. Esa región quedaba a tres días y tres noches de Tokyo. Allí eran pocas personas las que hacían Judo y en invierno hacía tanto frío que tenía que encender fuego en la sala tres horas antes de comenzar a entrenar. Yo estuve viviendo en Toyohara, cerca del Dojo de la policía, donde asistían unas pocas personas que vivían en los alrededores. Éramos tres o cuatro con el grado de 4 º Dan, cinco o seis con el grado de 3 º Dan y una docena con 1 º y 2 º Dan los que entrenábamos cada día alrededor de una hora, de cuatro a cinco. Para mí era poco, tanto en calidad como en calidad, y tuve que hacer grandes esfuerzos para mantener el nivel de forma que  había conseguido. Llegué a la conclusión de que tenía que entrenar las piernas y las caderas, que son la base de todos los movimientos del Judo.

    Caminé mucho, cada día iba de mi casa hasta el templo de Karafuto Jinja tratando de mantener la parte superior de mi cuerpo en una actitud natural. Eran casi 5 kilómetros y medio de subida. En invierno, las montañas y las llanuras de Karafuto estaban cubiertas de nieve y la temperatura bajaba hasta diez bajo cero. Era más duro avanzar por la nieve que caminar por una playa de arena suave, ya que mis pies se hundían profundamente en ésta.

     Era difícil hacer todo eso, pero yo me impuse seriamente el cumplir con ese entrenamiento. Al final de cada entrenamiento en el Dojo, me quedaba solo haciendo ejercicios en solitario unas dos o trescientas veces por la izquierda y por la derecha. Llegado el momento, en el año 1934, gané el título en la liga imperial. Posteriormente vencí a Tatsukuma Ushijima y a Kyutaro Kanda, los cuales posteriormente llegaron a ser 8 º y 9 º dan respectivamente, con un Ashi-waza al primero y al segundo con Tsurikomi Seoi. Estoy convencido de que fue mi perseverancia y esfuerzo tenaz el causante real de esta hermosa victoria.

Akira Otani 8 º Dan
Revista oficial del Kodokan de Tokio Vol. 10 15.01.1960
 

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