sábado, 28 de agosto de 2010

SHIN - Código moral del Judo: la amistad

“Hace muchos, muchos años, en un poblado de Japón situado en un profundo valle entre montañas, vivía un sabio maestro de artes marciales junto a dos alumnos. Una mañana, cuando el sol, como una enorme bola roja, se asomaba a dar a todos los buenos días por el horizonte, uno de sus dos alumnos, se presentó ante el maestro con un enorme ataque de ira.

-¿Qué te ocurre? Descarga en mí lo que perturba tu espíritu- le dijo pausadamente el maestro. -Verás, Sensei. Mi compañero de entrenamiento, mi mejor amigo, con quien comparto los secretos más íntimos, me ha ofendido gravemente y no me queda otro remedio que darle muerte en combate para que mi alma encuentre sosiego.

-Comprendo tu ira, pero antes de acabar con su vida, ve y practica tus ejercicios una y otra vez debajo del anciano árbol de la vida. El joven alumno hizo caso a su maestro: fue al árbol, se situó debajo, y tardó más de una hora en realizar todos los ejercicios físicos. Cuando terminó su ira se había transformado en enfado, y le parecía excesiva la decisión de matar a su amigo; así que se fue a visitar al maestro de nuevo.

-Sensei- le dijo-, he estado reflexionando y, aunque la ofensa ha sido grave, pienso que nadie merece la muerte. En lugar de matarlo, creo que un buen escarmiento será suficiente. Ahora mismo me iré a buscarlo para darle una paliza y que así no se le ocurra jamás volver a ofenderme.

-Comprendo tu enfado, pero antes de levantar tu mano contra él, ve a practicar tus katas debajo del anciano árbol de la vida. El alumno, haciendo caso al maestro, se situó a la sombra del árbol y se puso a repetir los katas una y otra vez. Cuando acabó de ejercitarse y su cuerpo estaba empapado de sudor, su ira se había transformado en indulgencia, y se sentía incapaz de hacerle daño a su amigo, por muy grave que fuese su ofensa.

-Sabio maestro le dijo a su Sensei-, he tenido tiempo para reflexionar y he llegado a la conclusión de que la amistad es algo muy hermoso como para destruirlo por una nimiedad. Estoy convencido de que lo mejor es que vaya a buscar a mi amigo, le dé un abrazo y los dos olvidemos nuestras disputas.

-También yo sabía desde el principio que esta era la solución más sabia, pero tenía que dejar que fueras tú mismo el que la encontraras. Ahora que por fin la has hallado, id tu amigo y tú bajo el árbol de la vida a practicar. Así lo hicieron. Los dos amigos practicaron juntos a la sombra del anciano árbol y dicen que su amistad se vio tan reforzada que no hubo nada ni nadie que pudiera jamás destruirla.”
 

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